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20 de Mayo

EL MILAGRO DE 1996

Clasificaron 22, largaron 21... llegaron tres. El insólito Gran Premio de Mónaco de 1996, y un triunfo inesperado para Ligier y el francés Olivier Panis.

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Un Gran Premio de Mónaco y la lluvia pueden resultar una mezcla explosiva si se trata de prever el desarrollo de una carrera de Fórmula 1. Así lo fue la edición de 1996.

Aquel domingo 19 de mayo Michael Schumacher, dueño de la pole, tenía la victoria en la mano la chance de ganar su tercer GP seguido en territorio monegasco. Pero desde la primera vuelta se notaba que iba a ser una carrera por demás atípica.

En la vuelta inicial, luego de perder llamativamente en la largada con el Williams de Damon Hill, la Ferrari del campeón terminaría su carrera a 1000 metros de la salida, tras chocar en Portier, en una pista resbaladiza.

De los 22 autos habían largado 21, el Forti Ford de Andrea Montermini había quedado al margen tras golpearse en un calentamiento previo extra de 15 minutos, organizado a pedido de los pilotos ante la gran tormenta de la mañana.

Y de esos 21 quedarían 16 al cabo del giro inicial: Schumacher, Jos Verstappen (quien había apostado por slicks al haberse detenido la lluvia antes de largada, pero se estrelló en la curva 1), Rubens Barrichello, y los Minardi de Giancarlo Fisichella y Pedro Lamy.

Al cabo de la primera media docena de vueltas, sobre 78 pactadas, había tres abandonos más, el Tyrrell de Ukyo Katayama, el Footwork de Ricardo Rosset y el Ligier Pedro Diniz. De los 21, ya sonaban solo 13 motores.

Con su gran rival fuera, Hill comenzaría allí a construir su ventaja en la punta de la carrera, escapando de los Benetton de Jean Alesi y Gerhard Berger.

Fue en la novena vuelta cuando la transmisión del auto de Berger dijo 'basta', dejando a su compañero como único aspirante a darle pelea a Hill. Ahí empezó a avanzar el Ligier de Olivier Panis, quien había largado decimocuarto, pero con la chapa de haber sido el más veloz en la prueba de tanques llenos.

En la primera mitad de carrera se erigieron dos grandes obstáculos para los pilotos: Heinz-Harald Frentzen y Eddie Irvine. El alemán de Sauber y el irlandés de Ferrari protagonizaron una dura lucha, aquél intentaba desesperado superar a su rival, quien era claramente más lento que los demás. El desenlace: Frentzen debió cambiar la trompa de su auto tras tocar a la Ferrari en Saint-Devote, y volvió marcando tres récords de vuelta consecutivos mientras la pista se secaba.

Panis ya aparecía entre los 10 primeros, ayudado en parte por los abandonos, por ser uno de los primeros en poner gomas slicks, y una buena carga de combustible que lo hizo ganar puestos con los pit-stops de sus rivales. Tras deshacerse de los McLaren y de Frentzen, había llegado al cuarto lugar. El próximo objetivo era Irvine, y el duelo terminó con un encontronazo en la curva de Loews que retrasó al a Ferrari.

Con 41 vueltas e idénticos segundos de ventaja sobre Alesi, el Williams de Hill salió del túnel despidiendo humo. El motor Renault había fallado, y el sueño de victoria en las calles se había ido. El nuevo líder era Alesi.

Tras quedar tercero, el abandono de Hill dejaba a Panis ya segundo, con diez pilotos en competencia (también había abandonado el Jordan de Martin Brundle).

Alesi tenía todo para disfrutar de la primera victoria del año para Benetton y su segundo triunfo en la Máxima. Pero no... por radio comunicaba una extraña sensación en su suspensión trasera. Algo se había aflojado. Y el Ligier de Panis, que giraba un segundo más veloz, terminó dando un paso de ballet para eludir al Benetton y agarrar la punta.

Pasa en las películas, y pasa en el Gran Premio de Mónaco. Jacques Villeneuve era el único sobreviviente de Williams, pero penó en las calles de Mónaco con el Forti de Luca Badoer, quien iba seis vueltas atrás, pero un toque entre ambos los dejó fuera de carrera en el giro 66. Ya eran sólo siete máquinas girando en las calles.

Panis promediaba cinco segundos de ventaja sobre el McLaren de David Coulthard, quedaba el Sauber de Johnny Herbert tercero, y su compañero Frentzen sobreviviendo en el cuarto puesto tras su calvario de la primera mitad de carrera.

Pero Irvine tenía guardada una más: tras quedar cruzado en Portier, la curva que precede el ingreso al túnel, hizo un trompo para reacomodar su Ferrari y seguir, ya iba séptimo cuatro vueltas detrás. No bien enderezó su Ferrari, aparecieron el Tyrrel de Mika Salo y el McLaren de Mika Hakkinen, quienes sin reacción, se llevaron puesta la máquina del irlandés.

Los estadígrafos ya buscaban en sus apuntes... ¿cuatro autos en carrera? Si, cuatro. Y luego serían tres. La carrera estaba destinada a terminarse en el límite de dos horas, y Frentzen, quien tranquilamente podría haber estado liderando rumbo a la primera victoria de Sauber, decidió irse a boxes y asegurar su cuarto lugar en la anteúltima vuelta.

Panis cruzó la línea con dos horas, cero minutos y 45 segundos en el reloj. Ligier había ganado su último Gran Premio, el francés de entonces 29 años no lo podía creer. El milagro fue posible en Mónaco.

Un fragmento inicial de aquel histórico GP de Mónaco.